jueves, 22 de octubre de 2009

Dream


I needed an eternal dream
that I could make real
because in this world
I couldn´t stop thinking about you

I wanted to have you so much
And to surround you with my arms
I wanted to caress you so much
And to kiss you with my lips

I couldn`t stop thinking about you
In the eternal luck
of having yourself here

I wanted to love you so much forever
I wanted to listen so much your voice
I needed every moment to your side
because I couldn´t stop thinking about you

And it`s that this eternal dream
was so valued to me...

domingo, 22 de marzo de 2009

Cielo


En las nubes esponjosas
adiviné formas suaves.
Preciosos deseos de terrones de azúcar,
calmados sentimientos,
que clamaban tu voz
como así tus pensamientos.
Jaulas con barrotes de cristal.
Y el susurrar de un río trasparente


La inercia de la mano al caer sobre tu piel,
o el roce taciturno de tus labios sobre los míos.
El despliegue de la luz de la luna sobre nuestros pasos.
El andar incoherente de los pies sobre la acera.


Y el sonido de la lluvia al deslizarse alrededor.
Y el color anaranjado del amanecer,
que se torna violáceo al caer la noche,
que lentamente vuelve el cielo negro
para plagarlo de miles de motitas de luz.


Son solo palabras que brotan
de una memoria taimada por el paso del tiempo.
De los recuerdos que forman el alma de una persona,
de todas aquellas esencias que nos unieron
que fueron tuyas y mías
y que aún hoy lo son.


miércoles, 11 de febrero de 2009

Deseo


Son los deseos más profundos, los que se revelan con mayor temor. Es no ser capaz a admitirlos a tener ese gran miedo en mi interior.... Duele tanto.... acaban conmigo...

Solo puedo cerrar los ojos, dejar que esa melodía me envuelva... esa voz.... que me dice... en mi corazón.... que lo perdí.... le perdí antes de tenerle... Le vi pasar.... en la distancia.... me rozó un segundo.... y me sentí tan completa... para después.... verle marchar.... sin detenerse... sin volverse atrás..... sin poder aprisionarle contra mi cuerpo.... sin poder agarrar su mano.... sin poder, ni siquiera, gritar su nombre.... Sabía que jamás escucharía mi voz, sabía que jamás me miraría como yo le miraba a él, sabía que este secreto permanecería para siempre... escondido.... en lo mas profundo.... como un sueño... un sueño que por las noches... a veces... me vendría a visitar... a mostrarme un pedacito de él. Y, mientras tanto, de día.... se mantendría oculto, oculto de la luz del sol, de los pensamientos de otros, de la realidad....

Era una verdad.... que no debía admitir... que allí permanecía...

Lo único que podía esperar es que acabase por desaparecer, por metamofosearse con el aire, con el viento, que se lo llevara lejos de mí...


jueves, 5 de febrero de 2009

Angel of Light




Lia era un pequeño ángel que habitaba en las nubes del cielo. Desde ahí contemplaba cada día y cada noche lo que sucedía en la tierra. Porque Lia era un ángel y como tal nunca dormía. Pero Lia no era un ángel como los demás. Le gustaba más que a ninguno observar y soñaba despierta con poder disfrutar de lo que allí abajo los seres vivos eran capaces de sentir. Lia no era envidiosa ni vanidosa. Solamente era un ángel de luz inmerso en ensoñaciones jamás imaginadas por otro ser igual y, a pesar de que no podría hacer sus deseos realidad, nunca se sentía triste por ello.

Y ella no conocía otra forma de continuar con su preciada inmortalidad hasta que un día una hermosa ave de plumaje blanco llegó hasta la nube en la cual Lia se hallaba tumbada observando. Y esa ave y Lia se comunicaron y el ave le narró miles de historias y cuentos y ante todo le transmitió ideas de libertad, ideas de revolución, ideas de lucha.

Y Lia escuchó, meditó y pensó. En su mente se fraguaron nuevos retos, nuevas formas de pensar, de ver el mundo. Esa ave trajo algo que los ángeles nunca habían experimentado. Entonces Lia se reveló contra lo impuesto, se dio cuenta de que podía haber algo más, de que tal vez podía intentar hacer alguno de sus deseos realidad, pues si nunca iba a intentar luchar por ellos entonces éstos nunca se harían realidad.

Así abandonó el esponjoso y suave tacto de las nubes y bajó planeando tras aquella ave hasta un lugar recóndito de la tierra. Lia se quedó esta vez henchida de grandes planes e intentó acercarse a un pequeño animal que correteaba por aquel bosque de frondosa maleza al que había ido a parar, pero su luz de ángel era tan radiante que el pobre animal salió corriendo en busca del refugio de la oscuridad.

De esa forma Lia jamás sería capaz de disfrutar absolutamente nada. Un ángel compuesto por luz destellante no podía hacer otra cosa que brillar entre las nubes del cielo. Pero ahora estaba allí abajo, caminando sobre el suelo. Y por primera vez se sintió frustrada, pues ella era toda luz, un ángel de luz y no otra cosa como en sus sueños.

Lia comenzó a experimentar diferentes sentimientos. Algunos positivos y otros negativos. Y todo aquel tiempo acumulado sobre el suelo hizo que su luz se fuese apagando lentamente hasta que un día amaneció y se encontró rodeada de otros seres vivos que no huían de ella. Estaba desnuda ante el mundo, su luz se había marchitado y se sintió feliz porque era humana.

Caminó con sus pies descalzos sintiendo bajo su piel la humedad del suelo, su frío y áspero tacto. Esas sensaciones llenaron su alma. Acabó por llegar a una ciudad que había en medio de aquella inmensa selva. Contempló esta vez los altos edificios desde su nueva situación. Se sentía pequeña ante ellos y se sorprendió al ver pasar a su lado a varios niños corriendo que jugaban a algún juego y les miró y no les reconoció. Ella que había sido un ángel de luz que había habitado encima de las nubes observando todo lo que sucedía en la tierra, conociendo hasta su último rincón más apartado. Entonces confusa se preguntó cuánto tiempo hacía de aquel encuentro con el ave de plumaje níveo.

Aún así no quiso darle importancia. Por fin tenía sus sueños al alcance de sus manos, por fin podía cumplir sus sueños, por fin era humana. Pero es que sus sueños eran precisamente eso, sueños. Y los sueños no se hacen realidad tal y como uno desea. Y Lia sintió frío al caer la noche y se sintió sola. Lia sintió hambre y sed. Y Lia había sido un ángel y no sabía cómo tratar su recién adquirido cuerpo.

Para alegría de Lia la suerte la acompañó y una tarde alguien apareció ante ella. Era una mujer la cual le dio cobijo y alimento, la cual le hizo compañía. Y Lia creyó vivir una vida pero estaba presa entre las cuatro paredes de una casa. Y Lia realizaba tareas. Lia limpiaba, barría, cocinaba, servía y se sentía muy cansada. Pero esa mujer calmaba su sed y hacía que no tuviese frío y por ello Lia continuó allí. Así era vivir o eso creía.

Hasta que una noche vio un ave posarse en el alfeizar de su ventana. Aún recordaba lo que era un ángel, aún no había olvidado el don de lenguas. Y se comunicó con el ave y éste le mostró que la vida se basaba en la felicidad, en hacer lo que uno quisiera no lo que otros le ordenasen. Así recordó esas ideas de libertad y revolución que tiempo atrás ya había escuchado embelesada y que la habían traído hasta allí. Y quiso pensar en cuál era su felicidad, carecía de ella porque se había dejado llevar por sus más básicas necesidades de supervivencia, porque aún se sentía ángel de luz y no sabía cuidarse sola y al ser humana carecía de muchos instintos.

En ese mismo momento salió por la ventana buscando algo nuevo. Se perdió en la selva dejando atrás la ciudad. Y la selva era profunda y peligrosa. Lia se hirió y experimento sensaciones terribles. Se sintió derrotada porque no sabía buscar su felicidad. Y un día acabó por caer al suelo sin consuelo alguno inundada en lágrimas con los labios agrietados secos, el cabello enmarañado y su cuerpo demacrado convertido en huesos.

Y fue a cerrar los ojos para fundirse con la naturaleza pero una luz radiante bajó hasta situarse frente a ella. La cegó y se cubrió con los brazos el rostro. Aún así no consiguió protegerse y quiso huir hacia el amparo de la oscuridad como aquella vez ese animalillo asustado había huido de su presencia. Eso le hizo recordar lo que era. Simplemente un ángel de luz inmortal y de eterna vigilia sobre las nubes suspendidas en lo alto del cielo.

Poco a poco una luz fue emanando de su débil cuerpo. Poco a poco dejó de sentir cansancio, sed y hambre. Poco a poco se vio ascendiendo lentamente por encima de los árboles. Así, poco a poco, llegó hasta posarse sobre una dulce y delicada nube.

Lia volvió a contemplar la tierra desde su aventajada posición. Pero Lia era Lia y por ello no era un ángel como los demás. Por ello se dejaba llevar por sus hermosas ensoñaciones mientras observaba atenta lo que sucedía en la tierra.

THE END



miércoles, 4 de febrero de 2009

Soledad


Y la soledad llamó a mi puerta, y me dijo que no temiese, que era la realidad, mi realidad. Y la dejé pasar, y me senté a su lado, y la contemplé por largo tiempo, y dormí en su regazo, y la acaricié cuando necesitó de ello, y la acuné entre mis brazos cuando hizo frío. Y en las largas noches de invierno la vi menguar.... despacio.... Y en los días de verando la vi correr... y la seguí, allá a donde fuese, era mía, me pertenecía a mí. Había venido ante mi puerta y yo la había acogido, ella lo era todo para mí, yo lo era todo por ella.

Y hoy la di un cálido beso en la frente. La murmuré que estuviese tranquila, que no temiese, siempre estaría allí a su lado, cuidándola, guardándola...

domingo, 1 de febrero de 2009

Lluvia


Hoy he vuelto a sentir ese abrazo de la oscuridad que me envolvía completamente. A mí, a mi cuerpo, a mi mente, a mi alma...

Y salió la luz del sol, y sus rayos brillaron al amanecer. Pero yo permanecí agazapada en mi casa, junto a la ventana y no miré. No lo vi. Me quedé con mi oscuridad. No vi la luz brillar...

Y la lluvia llegó, tapó el astro del cielo, nubló aún más mis sentidos. Oí cómo repiqueteaba contra el cristal, lo golpeaba con fuerza, con furia, con ira contenida.

La abrí. El frío entró. Y la orcuridad rió.

La tormenta cayó sobre mí.... y la dejé... ya debiliada... sentí desfallecer... me tambaleé... en el alféizar de piedra.... Vi a mis pies figuras borrosas..... pequeñas.... incoherentes... y seguía la lluvia.... cayendo en mí... era como un hechizo... embriagaba mis sentidos...

Pensé en gritar, en volver, cerrar la ventana, regresar, luchar...

Pero... no pude... no lo hice....no fui capaz...

El cielo enfurecido me bramó una vez más. Un destello lo rompió en dos. Al estremecerme comprendí... que no podía huir.

Cerré los ojos... ya no era nada más que agua....

Cerré los ojos.... y suspiré.

Solo un paso...

Solo eso

aconteció.

sábado, 31 de enero de 2009

Ruinas



Mi mundo se desmoronó... lentamente.... sin producir ruido alguno.... En mi mente los cimientos cayeron, se vinieron abajo, se desplomaron a mi alrededor. Y, en mitad de una nube de polvo, quedé resguardada. Cuando pude al fin, abrir los ojos y comtemplar la devastación que se extendía a mis pies.... hacia cualquier parte a la que mirara... Estaba vacía, vacía de todo sentimiento, vacía de recuerdos, de nombres, de imágenes. Estaba sola, helada en aquella noche sin estrellas que se presentaba eterna, tan eterna como el mismo cielo ínfimo que no brillaba hoy por mí. Era terrible aquel vacío, aquella angustía que me hacia estremecer.... querer huír... desaparecer.... no volver... jamás.... Y es el tiempo, el que dicen que cura... pero... ¿qué podía cicatrizar ya? ¿qué podía remediarlo? ¿quién?

Así que permanecí allí, entre ruinas, tal vez esperando fundirme con ellas, convertirme en roca... para siempre. Pero no fue así, algo continuó latiendo en mí, arrastrándome a la vida, aferrándome a un suspiro, haciéndome respirar una vez más, continuando con este letargo, con esta tortura, con la crueldad de la desdicha que se había apoderado de mi alma, aprisionándola.

Podía tocar mi cuerpo, cubierto de motitas de polvo, grises mis intenciones, gris mi piel, gris mi camino. Me decía en murmullos... "no puede ser así" porque sabía que debía haber color, color en algún lugar.... pero era tan desolador.... tan doloroso.... tanta la incertidumbre...

Eran mis ruinas, las de mi interior, las que me carcomían por dentro, las que me habían hecho perder la razón.